miércoles, 12 de agosto de 2009

La música que hago

¡Oídos s.v.p.!

Si pudiera traducir, en palabras, la música que hago: me dedicaría a la literatura. Si lograra hacerlo, además, en pocas líneas: me especializaría en haiku. Se puede hacer música con palabras; pero no creo que se la pueda representar con ellas. Si no, no existiría; bastaría con contarla. La música es indecible y responde a un modo de pensamiento no lingüístico que contribuye a su magia.


Por otro lado, de mi quehacer como compositor, sí puedo decir -descriptiva y resumidamente- que hasta el momento he trabajado: asiduamente, en grupo; integrando la idea de espacio a lo sonoro; superponiendo estratos temporales y vinculándome con otras artes (algunas de estas propuestas, también, se articulan con mi experiencia en el campo de la música popular). El entrecruzamiento de estas líneas de trabajo me ha resultado inevitable y, de estos lazos, se ha desprendido, a su vez, un elemento vital: la relación cuerpo-música. El sonido como correlato de un gesto corporal ha sido, frecuentemente -en mi caso-, idea motora para dar origen a una composición. Hay músicas que se proponen para el baile y otras que ni siquiera lo intentan; pero creo que -en su ejecución- toda música encierra algo de danza. Continúo dándole vueltas a estas ideas.

[Daniel Duarte Loza, La Plata, diciembre de 2007, texto inédito escrito originalmente para la Revista DoDo, leído como parte de la conferencia realizada en el marco del Taller de Composición Ceibo 2009 en el Centro Cultural de España en Buenos Aires]


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